El pedagogo hoy: nuevas salidas, viejos complejos

Por Carlos Sanz, PEDAGOGO

Cuando uno decide que su futuro profesional no es otro que la Pedagogía, suele tener algún modelo que le marcó en su vida, generalmente un maestro o un profesional de alguna institución educativa en la que haya sido formado.

El pedagogo, como cualquier profesional educativo en España, pasa por horas bajas de reconocimiento y autoridad social. Su labor, tan compleja y valiosa como ingrata en su valoración social, resulta imprescindible para cualquier sociedad del mundo.

En el imaginario colectivo, los profesionales de la educación han sido siempre referentes y modelos que no eran cuestionados. Tampoco una posición de absoluta autoridad es necesariamente positiva, pero resulta nostálgica si pensamos que hoy los maestros son agredidos, vejados y humillados con relativa frecuencia en nuestro país.

A raíz de esta idea, uno entiende que cualquier persona que decida adentrarse en los estudios de cualquier rama de la Educación, sea doblemente valiente. No sólo por afrontar una ardua tarea de incalculable valor y dedicación, sino por hacerlo en un momento en que las profesiones ligadas a servicios públicos pasan por sus horas más bajas.

Y si un maestro o futuro maestro tiene esta dificultad, ya no imaginemos un pedagogo. Además de estos problemas, el pedagogo hace frente a uno más y no menos importante. Su profesión es hoy una de las más desdibujadas del mercado laboral. Ser pedagogo hoy implica un maremágnum de salidas poco definidas y menos aún conocidas por la sociedad. Y es que si bien el pedagogo ha sido tradicionalmente ligado al centro escolar, hoy día la Pedagogía goza de espacios de trabajo en otros escenarios como el social o el laboral. Salidas profesionales que tienen mayores opciones de empleabilidad (fundamentalmente por estar gestionadas desde empresas privadas) y aún hoy desconocidas por aquellos que ingresan en sus estudios. ¿Por qué entonces salidas profesionales tan aprovechables son tan desconocidas?

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En primer lugar, porque los pedagogos no hemos sabido organizarnos adecuadamente con órganos que velen por nuestro espacio en dichos escenarios sociales y que hayan velado por nuestros derechos y defendido nuestro papel y nuestras competencias. Es de justicia saber que sí existen colegios a nivel autonómico e incluso nacional, pero su repercusión y conocimiento son aún escasos. En definitiva, si pensamos en otros profesionales como los psicólogos, periodistas o historiadores, tenemos una percepción de organización profesional del gremio muy superior a la nuestra.

Además, hay otro motivo, quizá más importante aún que el primero, y que justifica a la perfección el escaso conocimiento de salidas profesionales del pedagogo: los planes de estudio. Con una evolución lenta y anacrónica, la planificación de los grados en Pedagogía sigue estando profundamente ligada al ámbito escolar y por ende a la infancia y adolescencia. La pedagogía de la tercera edad, la formación permanente o la pedagogía empresarial están claramente diluidas en planes de estudio que se muestran reticentes a actualizarse conforme a los tiempos que vivimos en nuestro mercado laboral. Asignaturas optativas, en general, se dan por suficientes cuando estas salidas profesionales suponen un enorme avance en la evolución de la Pedagogía moderna.

Y si todo esto no fuera suficiente, además el pedagogo, fruto quizá de los motivos anteriormente expuestos, sufre de un enorme intrusismo laboral, principalmente por parte de la psicología. No es objeto de este artículo abrir un debate estéril sobre la relevancia de una y otra profesión en cualquier ámbito que compartan, simplemente porque son profesiones complementarias que pueden y deben convivir juntas. Pero el pedagogo tiene un enorme complejo, en general, de inferioridad ante la profesión del psicólogo, que puede estar prácticamente en los mismos ámbitos y además generalmente está mejor valorado social y laboralmente.

En definitiva, tras este breve y personal diagnóstico de la situación de pedagogo hoy, se hace necesario aportar algo de optimismo a esta imagen casi acomplejada del pedagogo. Cada vez con más frecuencia se puede encontrar a un pedagogo en una empresa desarrollando diferentes cargos: desde la selección de personal a la planificación y desarrollo de acciones formativas en empresas, pasando por centros sociales y técnicos en recursos humanos. Es nuestro deber empoderar nuestra profesión como una labor necesaria y profundamente útil para la sociedad. Organizarnos y reafirmar nuestro espacio con una actitud integradora y complementaria a otros profesionales igualmente válidos y necesarios.

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Carlos Sanz es pedagogo e investigador en la Universidad Complutense de Madrid, donde actualmente desarrolla su tesis doctoral en Historia de la Educación. En la misma universidad desarrolla labores de investigación en un grupo consolidado, y actualmente es colaborador honorífico del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la misma universidad.